Aduendados

La Fundación Garcilaso de la Vega en un afán por seguir dando a conocer la vida y obra del ilustre poeta, planteó a IED Madrid una iniciativa en la que poesía y moda irían de la mano. De esta manera, se inició un curso especializado en la moda del Siglo de Oro y la figura de Garcilaso y su influencia en nuestros tiempos, enfocada a los alumnos de primero de carrera del IED. Esta iniciativa no sólo acercaba la moda del Siglo de Oro y la poesía de Garcilaso a los alumnos, sino que, además, proponía un concurso para que los alumnos presentasen unos diseños inspirados en los conocimientos adquiridos en dicho curso. Los looks elegidos serían confeccionados y la colección resultante se recogería en una pieza audiovisual.

Aduendados es el resultado de esta colaboración, en la que hemos procurado generar una revisión de la obra de Garcilaso, acercándola a un contexto moderno y dejando que figuras diversas se apropien de sus textos, otorgándoles nuevos sentidos. Así, surge una pieza en la que narrativa, música, vestuario, color, etc nos transportan a una nueva manera de encontrarnos con la poesía del autor y facilitando su encuentro con nuevas generaciones.

En esta pieza la directora y directora de fotografía, Sofia Urwitz, genera una pequeña fábula en la que un fauno moderno encuentra a cinco personajes que por distintas razones sienten la opresión. Ese bloqueo supone un rasgo en común entre los personajes que se presentan petrificados, como esculturas. Es a través de las palabras de Garcilaso cómo el fauno les devuelve la capacidad de emocionarse; es gracias a los sonetos del ilustre autor como los personajes rompen tu bloqueo y se atreven a lanzarse a un enriquecedor proceso personal que se formaliza en esta pieza a través de la moda.

 

 

Los sonetos referenciados son los siguientes:
Soneto I

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,

pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

Soneto X

¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,

dulces y alegres cuando Dios quería,
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas!
¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía,
que me habiáis de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes;
si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes

verme morir entre memorias tristes.

Soneto XVIII

Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
y por sol tengo sólo vuestra vista,
la cual a quien no inflama o no conquista
con su mirar, es de sentido fuera;
¿De do viene una cosa, que, si fuera
menos veces de mí probada y vista,
según parece que a razón resista,
a mi sentido mismo no creyera?
Y es que yo soy de lejos inflamado
de vuestra ardiente vista y encendido
tanto, que en vida me sostengo apenas;
mas si de cerca soy acometido
de vuestros ojos, luego siento helado

cuajárseme la sangre por las venas.

Soneto XV

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;
si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,
¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?
Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido

que la del que perdió y llora otra cosa.

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.